Los Diaguitas hicieron maravillas con la cerámica. Cada familia fabricaba sus ollas, cántaros y vasijas. Además, había artesanos especializados que realizaban verdaderas obras de arte, como las urnas funerarias, donde enterraban a sus muertos. Algunas de estas urnas eran decoradas a todo color. La metalurgia también fue sobresaliente ya que no sólo supieron utilizar los distintos metales sino que también creaban mezclas de estos. El cobre y el bronce fueron los más utilizados pero también usaron el oro y la plata. Vivían en aldeas, a lo largo de los valles y quebradas de la región, formando parcialidades con nombres particulares. Levantaban sus caseríos en sitios poco accesibles de los valles.
La forma de las viviendas era rectangular y los muros se construían sin mortero. Eran de regular estatura. Hombres y mujeres usaban como vestimenta una especie de camisa larga con o sin mangas. Calzaban ojotas y hacían uso de la vincha con la que sujetaban sobre la frente plumas de aves. Sus adornos personales consistían en plumas, pulseras, pectorales de plata y en ocasiones diademas de plata y oro. Usaban el cabello largo que trenzaban y recogían en forma de moños o rodetes. Sus armas de guerra fueron el arco y la flecha. Cerca del 1000 DC., las sociedades del noroeste se caracterizan por un fuerte crecimiento demográfico y por la aparición de sociedades pujantes que poseían territorios bien controlados y defendidos. Cuando los españoles ingresaron al territorio de la actual Argentina entraron en contacto con grupos aborígenes que tenían diversos grados de desarrollo, entre ellos en la zona noroeste con los diaguitas.
Luego del descubrimiento de América en 1492 se inició la conquista y colonización de estos territorios, siendo su objetivo primordial, obtener metales preciosos y expandir la fe católica. A pesar de ser inferiores en número, los españoles alcanzaron un éxito rotundo gracias a sus armas de fuego, los caballos y armaduras. Otros factores que contribuyeron a la victoria española fueron la sorpresa que provocaron entre los indígenas que los tomaron por Dioses. El 20 de mayo de 1591, Juan Ramirez de Velazco, con la finalidad de establecer un asiento estratégico para combatir a los indígenas, funda Todos los Santos de la Nueva Rioja (actual La Rioja). Este nombre fue puesto en homenaje a la antigua comarca española del mismo nombre. Cuando el fundador trazó la cuadrícula de la ciudad, reservó algunos espacios para las órdenes religiosas: franciscanos, mercedarios, dominicos y jesuitas, y destinó un solar frente a la plaza mayor para la Iglesia Matriz dedicada a San Pedro Mártir. Dada su proximidad a los yacimientos mineros de Famatina, la ciudad se convirtió, durante la época de la Colonia, en una de las más importantes para el movimiento socioeconómico.
La abundante población indígena existente en la zona fue repartida por el fundador en encomiendas. Fueron cerca de 11.000 los indígenas distribuidos en distintas regiones del país. Con la voz quechua Tinkunaco, (que significa encuentro, fusión o mezcla) los riojanos reviven anualmente, los acontecimientos sucedidos en la Pascua de 1593, cuando los Diaguitas no soportando más el mal trato de los españoles, resolvieron atacar la ciudad. Las armas apostadas en el fuerte de Las Padercitas fueron insuficientes para resistir el ataque de alrededor de 9.000 indios conducidos por 45 caciques de otros tantos poblados. Ante esta situación los españoles recurrieron a los oficios de San Francisco Solano, quién logró restablecer la paz. La fundación de Catamarca facilitó a los riojanos la comunicación con Tucumán, pero la escasez de agua limitó la expansión de sus algodonales y viñedos.
En la segunda mitad del siglo XVIII tomó importancia Chilecito, comunidad organizada alrededor de la Hacienda Santa Rita y que un siglo más tarde superaría a la propia capital en población. El mayor crecimiento poblacional de la provincia tuvo lugar durante el siglo XIX.
El segundo departamento más importante de la provincia de La Rioja es Chilecito. Está situado al pie del imponente macizo del Famatina, de 6250 m.s.n.m., sobre la Sierra de Velasco de 4250 m.s.n.m. y cerca de las pequeñas colinas del Cordón del Paimán. Dista a 196 km de la capital de la provincia, por la Ruta Nac. Nº 38, 70 km hasta Patquía, y de allí a través de la Ruta Nac. Nº 74, los 126 km restantes hasta el destino. El clima de esta región es templado con una marcada tendencia al cálido árido de las sierras, siendo los inviernos benignos por presentar pocos días fríos y veranos abrasadores y largos con altas temperaturas. La arquitectura de Chilecito es el resultado de la conjunción de las casas finiseculares con modernas construcciones. Su plaza central cuenta con especies vegetales autóctonas como cardón, algarrobo, tusca, espinillo, visco, chañar, tala y retamo. Chilecito adquiere importancia a nivel nacional por ser el centro minero más importante de explotación. Su denominación actual se debe a la gran influencia de mineros chilenos llegados a fines del siglo XIX para trabajar en las riquezas auríferas de la región. Gracias a estar emplazado sobre un gran valle, Chilecito ofrece múltiples aspectos turísticos para disfrutar de la estadía en contacto con la naturaleza. Agroturismo, ecoturismo, safaris fotográficos, mountain bike, parapente, trekking, cabalgatas, montañismo y 4 x 4 son algunas de las actividades que se pueden desarrollar en la región. Entre los paseos y excursiones más destacados de Chilecito se hallan el cable carril, que data de finales del siglo XIX y une la estación ferroviaria de la ciudad con la mina La Mejicana; el Mirador Portezuelo, ubicado en el faldeo del cerro Famatina y las ruinas Incas de Tambería. También se puede efectuar visitas a pequeñas y pintorescas poblaciones que rodean la ciudad a escasos kilómetros, donde la calidez y atención de su gente hacen que el visitante no quiera terminar sus vacaciones.